El mal se cierne otra vez sobre nosotros.
Y nosotros no aprendimos la leccion de la memoria
Que es:
El mal quiere gobernar por siempre
Y toda la fuerza de nuestra juventud
Es nada para impedirlo.
Teniendo en cuenta
Que el mal está adentro y afura
y aunque no haya amenaza de comunismo,
no dudará en eliminarnos.
¡Cuánto más cuando le pisamos la cola
e intentamos
comerlo a mordiscones!
¿Por qué no habría de resistirse?
¿Por qué no recurrir a los enemigos internos
que pueblan nuestras entrañas
para lastimarnos
y ultrajarnos?
¿Por qué no hacerlo una vez que estemos en desventaja,
si no aprendimos la lección de la memoria
que es: no creer que si ahora no derrotamos al enemigo
ahora, que está en plenitud,
nos destruirá para siempre?
Si nosotros no estamos en plenitud,
¿cómo destruir un enemigo?
Si asomamos la cabeza
ahora que no estamos en plenitud
y pretendemos
con toda la fuerza de la inconsistencia
atacarlo
anularlo...
¿Con qué fuerza?
¿y con qué autoridad?
¿Con la que nos da nuestro odio?
¿Con la que nos da nuestra creencia?
¿Desde cuándo podemos atacar a nuestro enemigo
y no atraernos su violencia?
¿Por qué creemos que por estar un día en la cima de la rueda
se iban a acabar los torturadores
los sádicos
los que no miran más allá de su ombligo
o de su odio, disfrazado de ideología?
¿No somos necios
de creer que vamos a cambiar
siglos
y más siglos
de matanzas por codicia
con ideales?
¿De violencia, con violencia?
(Eso, de violencia, con violencia?)
Es cierto.
La historia no nos ha enseñado
que nuestro pequeño y bondadoso odio
puede ser aplastado como un microbio
por la enorme y cruel
fuerza de la historia.